Características, selección y compra del yate
Construido en 1939 como embarcación de recreo, destinada a travesías cortas, con una capacidad teórica de 20 pasajeros. El Granma tiene una eslora de 63 pies y una manga de 15. El puntal mide 16 pies y la banda tiene una altura de 6 pies, con 10.5 pulgadas. Su desplazamiento máximo era de 48 toneladas, su autonomía de 43 horas y su velocidad crucero de 9 nudos, aunque al hallarse sobrecargado durante el viaje de Tuxpan a Cuba se desplazó a menos velocidad.

Imágenes del yate Granma.



Construido en 1939 como embarcación de recreo, destinada a travesías cortas, con una capacidad teórica de 20 pasajeros. El Granma tiene una eslora de 63 pies y una manga de 15. El puntal mide 16 pies y la banda tiene una altura de 6 pies, con 10.5 pulgadas. Su desplazamiento máximo era de 48 toneladas, su autonomía de 43 horas y su velocidad crucero de 9 nudos, aunque al hallarse sobrecargado durante el viaje de Tuxpan a Cuba se desplazó a menos velocidad.
El mexicano Antonio del Conde Pontones “El Cuate”, compró el yate Granma, por 50 000 pesos, a un matrimonio norteamericano ya mayor, que lo había abandonado en tierra adentro de las márgenes del río Tuxpan, tras sufrir un asalto.
En declaraciones al periodista mexicano Armando Ponce, detalló: “Yo tenía varias lanchas por lo de la cacería. Y quería una grande como complemento. Vi esa y me pareció buena porque era de 50 toneladas, que era para navegación costera y no necesitas permisos para traerla por ahí. No la pensaba como negocio ni para travesías grandes. El yate, al que los gringos le habían puesto Granma por lo de grandmother —abuela—, se veía muy bonito en medio del monte”, pero estaba sin embargo inundado y lleno de basura.
Entonces se dedicó a reparar la embarcación y ponerla a su gusto, hasta que un día, de visita en Tuxpan y probando unas armas junto a su amigo, Fidel vio el yate, lo observó y allí mismo se lo pidió.
El propio Cuate, en entrevista para el sitio Cubadebate, en 2019, narró aquel instante decisorio: “Estaba yo precisamente revisando que la quilla fuera de una sola pieza y Fidel me pregunta: ‘¿Y ese barco?’. Le dije: Señor, es un barco que compré en abonos, que lo estoy arreglando, está inservible, hasta la quilla tuve que mandarla a cambiar, pero lo pienso arreglar poco a poco. Y sin más ni más me dice: ‘Si usted me arregla ese barco, en ese barco me voy a Cuba’”.
Sorprendido, el Cuate le explicó a Fidel que el barco tenía los motores averiados, que tenía vías de agua, que había que calafatearlo…, pero el joven líder le reiteró la misma frase.
Fue así que, con la mayor brevedad, organizó en Tuxpan una cuadrilla de carpinteros, calafateros y limpiadores, y se empeñó en terminar la reparación del yate: “De quilla a proa y a popa, todo se arregló. Se cambiaron crujías, tablas, se calafateó… se pintó. Saqué los motores, los llevé a México, a la planta de la General Motors y se les hizo una reconstrucción total”.
En todo momento, mantuvo informado a Fidel, quien permanecía impaciente y atento a noticias sobre la marcha de las reparaciones y todas las pruebas que se realizaban, hasta que finalmente lograron que el yate estuviera listo.
Sin embargo, el armero mexicano que había puesto máximo empeño en todas aquellas actividades, con la ilusión de navegar el bajel y ser parte de la expedición, sufrió un grave desencanto cuando Fidel le dijo que no vendría en el Granma, que tenía que quedarse en México donde le sería más útil a la causa como un soldado fuera de Cuba. “(…) Recuerdo que tuve ganas de llorar, pero me tuve que controlar delante de él y continuar con los últimos detalles para que todo se llevara a cabo como era necesario”.
Imágenes de El Cuate, documentos oficiales del yate, compra, inspección y autorizo de la Secretaría de Marina de los Estados Unidos Mexicanos.





